miércoles, 10 de diciembre de 2008

por ejemplo...











por ejemplo…
El espacio de exposición al interior de una galería o museo se presenta como lugar contenido, es decir, que es un espacio acorazado amanera de una fortaleza que instiga de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro; por tanto, es indudable que allí se devana con cierta naturaleza un juego de poder que por oposición acontece en un acto de inclusión o exclusión. Es un objeto de deseo, al que se quiere llegar, a el que se quiere entrar, estar adentro o estar afuera; a el no dejan llegar, a el niegan también entrar.
Se puede señalar, que es un espacio investido de blanco y que esta arrojado al vacío, entre otras cosas, es un espacio que se levanta a partir un sin numero de planos y es nombrado como el cubo blanco. Es un espacio enmarcado bajo la condición de límite pero con la inminente posibilidad de operar desde el borde, lo cual implica tomar la distancia necesaria para hallar el punto de quiebre en el espacio dado.
Por ejemplo… despliega en su condición simbólica, al ariete, como referente de lo que en otrora, fue un instrumento para derribar murallas o fortalezas, dicho aparejo, se convirtió en la primera arma de asedio que de manera eficaz permitía sortear los obstáculos de los mencionados baluartes. “la puerta siempre abierta recalca entonces el muro interior, pues nos recuerda que con cerrarla hubiera bastado para impedir el paso” 1
Ahora bien, aquello que aparece como construcción del espacio físico, se da desde el ocultamiento de lo que debería ser, es decir que desde la apariencia material que encubre lo que en realidad es, por cuanto, en el espacio aparecen indicios silenciosos que develan, el embate del tiempo o el olvido de las cosas que por antaño están o aparecen; las cosas que aparecen ante la mirada, sedan a través de impulsos, pulsiones, movimientos o sucesos que acontecen en la mismicidad de las cosas mismas; hay cosas que se hacen visibles, que emergen de lo oculto de las entrañas de las mismas cosas, pero son evidentes en la medida en que son precisamente un tropiezo u obstáculo en el camino.
De otro lado:

El objeto se convierte en una masa blanca, en un cuerpo voluble de gran expansión, en cada una de sus extremidades su base es un circulo la cual se puede abarcar en proporción a un cuerpo con los brazos extendidos; estas dos partes extremas pueden ser entendidas como el principio y la otra como en el final, sin embargo y para efectos de hacer claridad no existe tal relación del objeto en si mismo y quizás esta sí se de en correspondencia con el espacio.
Con relación a dicho cuerpo en el espacio, se puede inferir que es como una capsula cuyo contenido no es más que el mismo que circunda en el exterior, el aire, implícito en el espacio de la galería, es por tanto el mismo que subyace como alimento y pone en pie las paredes de la gran masa voluble. Respecto al tamaño del objeto que con anterioridad se menciono, se deduce que hay que hacer un recorrido aproximadamente a lo largo de quince pasos de ida y otros tantos por igual de regreso.
Sin embargo, no es exactamente el aire el que suspende la masa blanca en el espacio, son solamente seis tensores que se desprenden desde el techo del espacio expositivo, para adosarse con unas bandas del mismo material del objeto a soportar, ahora bien, como el material no ha sido nombrado, es el momento de hacerlo, su condición matérica es el hule, por si tiene alguna importancia en la compresión de lo que sucede para que se suscite el objeto en su totalidad.

Por lo tanto, son seis bandas elásticas, que amanera de cincho abrazan el denso abdomen del cuerpo para que repose de manera descansada tanto el uno como el otro.
Esto hace que el objeto se convierta en un dispositivo, en un artefacto dispuesto a obstruir, en un aparato silente, en un mecanismo que inquiere la agregación del otro para ser máquina. Quizás máquina de deseo.
Al terminar de subir las escaleras desde un primer piso al segundo, aparece de repente un objeto de color blanco que se balancea en el espacio, es un objeto que amenaza de forma directa en la entrada de la puerta que no existe. El objeto entra y sale por el espacio vacio de la puerta en un vaivén hostil que se apacigua después de varios intentos desde una activación vital a una agónica en el limite del espacio demarcado; a primera vista sugiere un círculo, inmediatamente el objeto se mueve, por un impulso, empujón o empellón provocado por un sujeto, como complemento de aquello que es el otro y solo así, provocar un desenlace de extrañeza de lo que es, de lo que aparece, de lo que nos toca, de lo que se es, de lo que no es, de la cosa, por ejemplo…

1 SIERRA Santiago. Pabellón de España. 50ª Bienal De Venecia. pg., 168, Edit. Turner. 2003